Por Jorge Muñoa. Madrid, 5 jun (EFE).-
Siete años después de aquel triple de Michael Ansley que dejó escapar el título de la final 94-95 ante el Barcelona, campeón al siguiente partido en su propia pista, el Unicaja vuelve a pisar la tierra prometida avalado por el incontestable 3-0 sobre el Adecco Estudiantes y, en mucha mayor medida, por la imagen de equipo grande ofrecida a lo largo de toda la serie semifinal.
El Palacio Vistalegre ardía por los cuatro costados después de los primeros veinte minutos. La dominación inicial de los malagueños, la posterior reacción de rabia por parte local -que ajustó el amenazante 19-32 que el marcador reflejaba a siete minutos del descanso en un sugerente 36-39 cuatro después- y el desacuerdo de la grada con la actuación arbitral, avivaron la mecha que prendió fuego al encuentro, finalizado mucho antes sobre el parqué que en la grada.
La temperatura subió gradualmente, favorecida por una concatenación de circunstancias perfectas para la pasión. El Unicaja enseñó la puerta de salida a su adversario nada más empezar, decidido a no dejarse avasallar y, de paso, sembrar el pánico en una grada que ya ha decidido más de uno y de dos partidos.
Los andaluces tuvieron la valentía de reivindicarse incluso después de perder por tres faltas al francés Frederic Weis en menos de cuatro minutos. No les importó. Sostuvieron el pulso sin dudar hasta el 19-32 que selló su máxima diferencia. Faltaban siete minutos para el descanso y el Estudiantes, que se veía perdido, apeló a la raza como tabla de salvación
La apuesta funcionó. Anotó un parcial de 17-7 y se colocó a tres puntos (36-39). Atrás quedaban los problemas en el rebote defensivo, los miedos y, además, una afición metida hasta los huesos en la lucha. Pero había más cosas.
Lo fundamental: el Unicaja, un equipo con auténticas hechuras de campeón. Aspirante con mayúsculas a un título que, de momento, nadie ha demostrado merecer más que él. El equipo de Bozidar Maljkovic volvió del descanso como si no hubiera pasado nada. Borró el ataque colegial durante casi cuatro minutos -sólo tres puntos-, se aplicó en jugar con paciencia e inteligencia sus posesiones y enfiló, directa y abiertamente, hacia su segunda final ACB.
Era lo último que podía aguantar el Adecco Estudiantes. Venía de encajar un duro castigo en el primer partido de la serie, acababa de perder el segundo en un doloroso desenlace después de tener una máxima ventaja de diecisiete puntos y soñar de nuevo con el empate a uno y, justo en medio de una situación límite, pierde la recompensa de un trabajo hecho a la desesperada.
El efecto fue inmediato. Todavía no había terminado el tercer cuarto y la final ya empezaba a pedir pista para aterrizar en Málaga (48-62). Al término de ese periodo, el reactor malagueño culminaba la maniobra de acercamiento a la primera terminal del título.
La cuenta atrás pendiente sólo podía aburrir o generar polémica. Sucedió lo segundo. Una técnica a Nacho Azofra (m.36). La grada en ebullición contra los árbitros. Algún objeto sobre la cancha. El Unicaja, con o sin eso, en la final
Arbitros: Mitjana, Martín Bertrán y Alzuria. Excluyeron por personales a Alfonso Reyes (m.40). Señalaron técnica a Azofra (m.16) por protestar, que resultó eliminado por faltas en la misma acción.
Incidencias: tercer encuentro correspondiente a las eliminatorias semifinales por el título de la Liga ACB disputado en el Palacio Vistalegre ante unos 13.000 espectadores.